Un millar de sonrisas.
Desde Guadalajara a mojarnos los pies en Cullera.
Escrito por Javier (Navegante), fechado el 19 de mayo de 2018.
El silencio de la noche se ve perturbado por la aparición de Javier, lleva solo el baúl y son las 7:45 de la mañana del 19 de mayo de 2018. Este sábado salimos en dirección conocida, hacia Guadalajara, casi sin querer mis ruedas marcan el camino que hemos de seguir hasta llegar a nuestro primer destino, el parque cerrado de la Plaza Mayor de Guadalajara.
Según nos acercamos, aparecen motos por las esquinas y cruces de las calles estrechas del centro. Ascendemos hacia la Plaza Mayor y Javier me aparca en un lateral de la misma. Coge el pasaporte, cierra el baúl y se pierde en la maraña de personas y maquinas que llenan esta rectangular plaza.
A las 8:33 abandonamos el parque cerrado, guiados por el "roadbook" vamos dejando atrás la ciudad para entrar en los llanos que rodean la misma. Ahora se han convertido en satélites de la gran ciudad que es Madrid, pero antaño, según me cuenta Javier, solo algunos pueblos salpicaban las extensas llanuras de cereal y pastos que rodeaban las ciudades mas contenidas del entorno, en sus praderas las codornices anidaban en su verano programado en España, después de sacar la pollada, partían a las tierras del sur, mas abajo del Sahara, donde pasaban el invierno.
Entramos en la inmortal Alcalá de Henares, solo bordeamos su polígono industrial para hacer una parada, breve, en la BMW Autopremier, en donde entraron Mauri, Jorge y Javier, les esperaba el sellado del pasaporte y el picnic del día, un bocadillo y bebida. Nos acompañaría en todo el viaje Mauri, viajaba con Jorge y su sonrisa era como un faro en la noche, limpia, sincera, llana.
- Bueno, al lio, "Blanquita", la primera parte del camino es bastante conocida, pero aún así siempre hay sorpresas, así que estaremos pendientes.
Como siempre la sonrisa de Javier termina colgada de su rostro, mientras pasa su mano por el deposito y me observa durante unos cariñosos instantes, parecen eternos.... Sube en mis lomos, arranca y partimos una vez más, ahora paramos nada mas salir y llenamos combustible... la próxima parada ¿quien sabe?
Salimos a la N-II, y brevemente desfilamos por entre los carriles de la carretera. En el desvío de los Santos de la Humosa, tomamos hacia el este... así sera el rumbo hoy. Sin casi darnos cuenta, vamos pasando Aranzueque, Tendilla y entramos en zona de monte, salpicado de tierras de labor. Enfilamos para Sacedón, donde nos esperan las curvas que tantas veces hemos recorrido. A la salida del primer túnel, nada más pasar la presa de Entrepeñas, paramos en el mirador del Tajo y desde las alturas divisamos los cortados que acabamos de bordear, curvas y cuestas se perfilan en la lejanía.
Salimos del mirador y dejamos a nuestra derecha Sacedón, tomamos entonces hacia Cuenca, la carretera atraviesa alomadas zonas que mezclan cereal, girasol y monte bajo. En las postrimeras de los arroyos, alamedas y frondosas praderas de verde follaje bordean y tapan los hilos serpenteantes de vida que próximos al estío aún mantienen las humedades de las copiosas lluvias de esta esplendorosa primavera.
Enlazamos rectas y curvas en una carretera amplia, de buen firme y a buen ritmo llegamos a las postrimeras de la Serranía de Cuenca, invadiéndola por el este, desde Cañaveras. Atravesamos Albalate de las Nogueras y enfilamos hacia Villalba de la Sierra, en sus postrimeras, grandes curvas y desniveles nos acercan al "Ventano del Diablo", una espectacular imagen de la erosión que el agua y el tiempo han esculpido en estas calizas. Un inmensa hoya con un mirador natural desde las alturas, imposible no parar a verlo.
Seguimos dirección Uña, para en la población de Beamud tomar una pista mezcla de asfalto y cemento, con grandes boquetes en todo el recorrido, un pequeño vadeo y arboles caídos por las nieves de la primavera pasada, los troncos marchitos se agolpan en los bordes de la carretera, sin vida, yermos.
Estamos en la zona alta de esta serranía, en Beamud dejamos atrás los 1400 metros, en Valdemoro-Sierra volvemos al asfalto regular, en algunos tramos un tanto roto, pero seguimos avanzando en las alturas que poco a poco descienden. Estamos bordeando Cuenca que dejamos a la derecha, avanzando por las crestas de esta espectacular sierra, en Carboneras de Guadazaón, pisamos carretera de buen asfalto que nos llevara hasta Yémeda, donde abandonamos la misma para volver a las comarcales que tanto nos gustan. Enlazamos unas cuantas curvas y llegamos a Campillo de Altobuey donde volvemos a incorporarnos a un buen firme para llegar a Minglanilla.
Pasamos de la N-III a la CM-3201, para atravesar la A-3 que cuelga sobre nuestras cabezas. después tomamos dirección Casas-Ibáñez. El camino cambia, hemos dejado atrás los bosques y montes de las sierras y entramos en enormes llanuras de labor, salpicadas de viñas y apretones de caducas. Entre viñas, cada vez mas abundantes, tomamos largas rectas descendentes para en un súbito cambio de rasante enfilar una enrome hoya en la que nos encontramos con Cofrentes, entramos en descenso, con grandes curvas y un paisaje espectacular se asoma en en el horizonte. Se divisa el castillo de la ciudad y por su cara oculta se besan los ríos Cabriel y Júcar, que se retuercen y mezclan en un sin fin de hoces.
Cambiamos totalmente de rumbo, marcando el 0 para dirigirnos a Los Pedrones, la carretera es entretenida y las vistas siguen dejándome perpleja, Javier no hace más que asomarse a los barrancos y ponerse en píe para ampliar la vista de la hermosa campiña que nos rodea y nos sobrecoge. Es en Los Pedrones, donde deciden Mauri, Jorge y Javier hacer un descanso, y nos pasamos el desvío marcado por el "roadbook" para retomar fuerzas en un bar del pueblo, a la sombra ellos al sol nosotras.
Un merecido descanso y volvemos unos metros sobre lo andado, para entrar en la CV-433, de vez en cuando vuelven los montes con vegetación mediterránea a entrecortar las tierras de labor y vuelven las curvas. En Venta de Gaeta nos encontramos las "plumas" de la organización y Javier baja a sellar el pasaporte, cuando vuelve me comenta:
- Una grata sorpresa, me ha sellado el pasaporte David Remón Paracuellos, un gran amigo de nuestro periplo por Marruecos. Esta recuperándose de una caída, pero se le ve bien, le he deseado una pronta recuperación y poder verle en breve en alguna otra aventura.
Por mi parte me gustaría también haberle mandado un fuerte guiño de faro, pero no podemos entrar hasta la carpa de sellado por seguridad. Las sonrisas de Mauri, Jorge y Javier indican que el día esta siendo grande, al menos tan grande para ellos como para mi.
Terminados los tramites, volvemos a la carretera, buen asfalto y algo de calor. Empezamos a atravesar enormes extensiones de sierra y el monte bajo nos aromatiza el viaje. Curvas y más curvas nos deleitan en nuestro vaivén incesante en pos del mar. Es un trazado precioso, nos mecemos al son del aire de le sierra de Valencia y entre vals y vals tenemos tiempo aún de admirar el abrupto paisaje que atravesamos. En este eterno "baile de los cisnes" vamos descendiendo entre curvas y revueltas, no parece tener fin y sin embargo empezamos a entrar en llanuras de cítricos, naranjos y mandarinos que asoman en los huertos valencianos, empezamos a llanear en pos de la Albufera, pero después cambiamos dirección sur, para en Sollana incorporarnos a la A-38, que atraviesa grandes arrozales y desde la que se divisan ya las palabras de nuestro destino en la Montaña. Es un camino ya conocido, pero seguimos con interés hacia el desvío que nos irá acercando hacia el fin de la etapa.
Entramos en el polígono de Cullera y tomamos camino del faro, bordeando por el norte la montaña que de cobijo a la ciudad. Desde el faro, se suceden las calles, y poco a poco avanzamos entre un sin fin de rotondas y cruces entramos al paseo marítimo de Cullera, donde los paseantes de este sábado ven las motos pasar y despacio, seguimos hasta el fin de etapa que está a la altura del Florazar. Allí termina este tramo, en un mar de eternas sonrisas después de pasar el arco de llegada y bajar la rampa de este "podium" donde todos ganamos. Javier, después de sellar, me deja en medio del paseo, no estoy sola, se aleja a devolver el agua al mar, hemos unido el Atlántico y el eterno "Mare Nostrum". Tengo aún el recuerdo de las sonrisas de Mauri, Jorge y Javier y de todos los amigos anónimos que estaban en la llegada, así termina el día... entre un millar de sonrisas.